jueves, abril 29, 2010

Un paso

Caminaba distraído y cabizbajo por las calles más peligrosas de Quito. El desinterés de la generación perdida lo rodeaba por todas partes. Llegó a un edifico muy alto, sus ventanas estaban clausuradas y muy pocas tenían aún pedazos de vidrios sucios que demostraban la eterna ausencia de un alguien en el interior. Él abrió la puerta, todo estaba rodeado por el color amargo de la noche, y empezó a caminar hacia unas escaleras… él sólo sentía desesperación.

Manuel llegaba a casa después del trabajo, cansado y fastidiado por la tarea monótona de un albañil mal pagado que recorre de sur a norte Quito para trabajar en la construcción de un edificio ajeno que sin duda nunca volverá a pisar. Sus amigos lo fastidiaban a diario porque el niño que esperaba su esposa no era de él… Manuel cuando sentía esa desesperación lo único que hacía era irse, dar un paso hacia adelante y caminar como un loco y escapar de la realidad, llegar a la cantina de cualquier barrio y beber, beber hasta perder la conciencia.
Manuel empezó a subir por los escalones, grada a grada sentía que su dolor y desesperación crecían, llegó a un descanso y no sabía que más hacer… solo dio un paso adelante y siguió subiendo. En una de las ventanas, filtrada por los vidrios viejos, vio la luz de la luna, una luna esquiva que buscaba esconderse entre las nubes.

En su casa la desesperación por no tener dinero y vivir en una miseria total hacía que cada viaje de regreso sea la pesadilla más grande… una vez dentro veía a sus hijos beber una taza de agua con raspadura, sin pan, sin queso, solo con hambre… su esposa lo miraba con desprecio y él la odiaba, sabía que ese niño no era de él y la sensación de odio le obligaba a salir, a caminar, a huir.
Llegó a la terraza del viejo edifico… la luna se escondió por fin, y en ese momento Manuel se sintió libre, sintió la soledad más profunda, y tubo paz… subió al antepecho del edificio… Manuel solo dio un paso.

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